Ojos Rojos

Cuando era chico y estábamos cerca de las pruebas de fin de año, onda globales y coeficiente dos, mis ojos siempre se ponían colorados como de conejo. En la universidad, justo antes de las entregas de taller, después de largas jornadas de trabajo, mis ojos quedaban de un color fluorescente que solo podía ser confundido con los efectos de un cigarro de marihuana enorme consumido íntegramente por mi en solo una piteada. Pero no, era el cansancio.

Hoy a los 26, sometido a un gran stress, con muchas metas que cumplir y con un cansancio que no me ha permitido siquiera ordenar la cueva de alimañas que es mi hogar (con un refrigerador con olor a muerte y loza sin lavar) o ir a sudar la gota gorda al gimnasio que me permite seguir “esbelto” y no convertirme en un cerdo, nuevamente reaparecen los ojos rojos.

Cual Satanás, cual animal nocturno, cual conejo blanco, mis ojos están de un rojo fosforescente inigualable, enfermos de cansancio y clamando por mantenerse cerrados por, por lo menos 12 horas.

La mayoría de mis compañeros de trabajo piensan que ando volado en mala, o que me he fumado 50 caños sin parar, y de hecho esa misma situación me recuerda uno de los episodios más ridículos de mi vida.

Estando en el aniversario de mi colegio del año 96, mi madre llegó al patio del colegio y yo estaba literalmente raja de cansado, solo me mantenía de pie por magia de mi organismo vertebrado.

Despeinado, con cara de poto, y por supuesto con los ojos rojos, veo venir a mi madre con cara de weon y escucho que me dice:

-Hijo vamos?

Yo solo asiento con la mirada

Mi madre espantada ve mi cara media inconciente y con su mano sobre mi hombro, mirada comprensiva y ojos de película me dice

-Hijo…consumiste drogas?

A lo que yo solo miro y le digo

-Mamaaaaaaaaá las weas que dice TOY RAJA QUIERO PURO DORMIR!

El brillo de alivio en los ojos de mi madre fue casi tan grande como el día que le dije que me iba a vivir solo, en busca de mi destino a Santiago de Chile.

Un beso a todos

Panchito “Ojos Rojos” Araya®