Por que NO Carretear un Jueves

Sentado en mi escritorio con nada más que una Cachantún Más de durazno en la mano, una redbull en el cuerpo y Nelly Furtado en los speakers, rememoro mi pasada noche de beneficencia en un pub alejado del tiempo espacio.
Anoche me tocó rocanrol (así es no Rock And Roll, “rocanrol”) Parado frente a los parlantes de una tocata con las guitarras chillando y bramando distorsión, con un shop en la mano y un cigarro en la otra, coreando Ramones en un círculo lleno de treintañeros que cada vez (y a mi pesar) se ven más cercanos.
Roncola+Mojito+Cerveza. Frío intenso en el exterior y una lluvia incipiente. Un citroen C4, tan poderoso como el explosivo del mismo nombre, a 120 por hora por Américo Vespucio, como una bala blanca rompiendo el agua que ya no es nada de incipiente, es más bien un torrente.
Sentado en un sillón con otra roncola en la mano y un nuevo cigarro en la otra, veo como todo pasa, me recuerdo de un montón de escenarios similares a éste, en una época que parece sacada de los anales del terror postmoderno.
En aquellos tiempos carretear un jueves era lo mismo que un sábado, o lo mismo que un lunes. Me acuerdo de una semana completa de carrete de lunes a lunes. Trabajar y carretear, trabajar y carretear, trabajar y carretear y de cuando en cuando peuquear con las más peucas de todas. ¿Qué si era divertido? ¡Claro que si!, pero esa pega no era pa mí.
Cuando vuelvo del viaje al pasado, sigo sentado donde mismo, pero no me acompaña la hora. Son casi las 3.30 AM y se que tengo que trabajar a las 9.30. Además se que una roncola más por muy rico que sea el Ron Maddero, me va a dejar echo mierda. Así que mejor paro aquí mismo y me despido del resto de la gente.
Como es costumbre en este tipo de situaciones, al salir de la casa y enfilar al taxi, sólo abro la mente y pongo play, piloto automático como le decía un amigo. Eso provoca que en un abrir y cerrar de ojos, tenga -$1.500 en el bolsillo y esté en calzoncillos, con el calientacama prendío, metido en mi breve sueño en la comodidad de mi hogar.
El despertar, como es costumbre al carretear un día de pega, es traumático.
Con pocas horas de sueño los ojos toman un color rosadamente seductor, y arden, cual brasas de parrilla.
El despertar violento y la hermosa acción diurética del copete hacen que una boa constrictor me apriete la cabeza, como masajeando el dolor.
La musculatura entumecida, la boca amarga por el cigarro, el pelo apelmazado por la grasa y el humo.
El cuello molido por tanto headbanger en primera fila, y los dedos con tendinitis por tanto gesto de macho cabrío (aquel con los dos dedos en forma de cachos).
Creo que levantándome a penas no produciré mucho en la pega hoy.
Mejor duermo otro poquito, me ducho con agua bien caliente, me despego el olor a tabaco de la piel, y casi como nuevo por fuera, llego a mi trabajo más tarde, total último día, nadie se enoja.

Saludos a todos
Pancho®