El Mundo es un Pañuelo

Sábado en cama, jugando Kingdom Hearts, preparando el cuerpo para el que se supone será un tremendo carrete, en casa de la Maca y que trae como promesa que terminaré perreando en San Diego.

Pruebo la tina de mi dpto. por primera vez y el agua no llega ni a un tercio de la capacidad. Bueno al echarme adentro sube al doble, y si metemos a alguien más supongo que a ¾, dependiendo del tamaño y el peso, obvio. Después de tremendo despliegue de masculinidad, bañándome en la tina, bien relajado y perfumado, enfilo a Suecia con Providencia donde Jorgito espera pacientemente mi llegada. Quedamos de juntarnos ahí para ir a saludar a la polola de un amigo que está de cumple. Mientras esperamos la llegada de las chicas, me detengo a mirar la fauna de Suecia y me siento poco cómodo. Mucho pelolais y harto snob. Ni me imaginaba lo que se me venía después.

Bueno luego de desearles lo mejor a las chicas de la fiesta en Suecia (y de paso mirar medio de reojo a una de las invitadas), pasamos a Pits y nos llevamos una de Capel de 35º, para no llegar con las manos vacías, y cigarros pa cada uno, para no pechar.

Al llegar el puro aire me pareció medio denso. Claro era el cumple de mi amiga pero no conocía a nadie además de la Maca, la Berni y mi compañero de andanzas extrañas Jorgito.

La noche en general transcurrió en las sombras del balcón con una piscola en la mano, un cigarro en la boca y los ojos de horizonte, hablando de la vida, de las mujeres, del dolor, del amor, del copete, de los viejos. Un balcón bohemio. Un remanso en ese sitio donde el tema era si autopista era Freeway o Highway, donde si las ayudantías eran necesarias para crecer, o donde la cuota del auto era más importante que carretear, y donde todos te miraban medio raro por que hablabai fuerte y te reías a carcajadas de la vida más simple, con la piscola en la mano y el cigarro prendido siempre.

Ya más avanzada la noche, cuando el hambre acechaba, aparecieron las mini pizzas, las galletitas, los frutos secos, y la Berni con la Maca, ya medias puestas, a hablar y a mostrarnos ante nuestros ojos horrorizados que las mujeres son capaces de reducirnos a cenizas con solo mover los labios. En 30 segundos Berni destrozó a una cita a ciegas que Jorge y Maca alguna vez le presentaron. O sea, estamos hablando de una mujer con convicción a la que un weon pastel, no hay caso que le pueda agradar. Bueno lo hizo pedazos, pobre cabro. Preguntamos con Jorge si nosotros cabíamos dentro de ese grupo. ¡Obvio!, si no quedamos con la duda por siempre. Gracias a Dios nos salvamos, por lo menos las hacemos reir y, claro, hablamos weas pero weas entretenidas.

Ya la noche se me va iendo, es temprano y pienso en mi cama. Mis oídos se bloquean y solo escucho las voces de mi mente. Me hablan puras cosas raras que ya ni les alcanzo a entender después de mi tercera piscola. O sea, ni siquiera le entiendo a mi mente, como esa vez que me perdí por Pedro de Valdivia Norte. Ya estoy a un paso del piloto automático, cuando la Berni se despacha esta frase:

-Claro po, “El mundo es un pañuelo”

Se me queda metida en los oídos, la mente la procesa y la refleja. Me río. La Berni piensa que me río de ella, de lo cursi de la frase, pero no, no es así. ¡Claro que el mundo es un pañuelo Bernardita! , claro que el mundo es un pequeño trozo de tela, que nos seca las lágrimas, nos saca los mocos, nos limpia la frente, nos adorna el cuello y los bolsillos y nos ayuda a bailar la cueca también. Estirado con cuatro puntas, ese es mi mundo. Un mundo blanco, a rayas, para el pelo, para la playa, para el cuello. Un mundo de colores, de brillos y patrones. El mundo es un pañuelo, donde siempre algo pasa si tomas las puntas y la unes en el centro. Ahí todo se junta. Ahí te das cuenta que a la vuelta de la esquina está alguien nuevo, o el mismo de siempre. Que están las mismas situaciones, o nuevas vivencias. El mundo es un pañuelo, mi mundo es un pañuelo.

Cuando vuelvo ya nos vamos a San Diego. Jorge se fue, me dejo con las chicas. Se supone que voy a seguir el weveo, pero el cansancio es más. Le pido a la Maca que me deje en Irarrázabal con Vicuña Mackenna, le doy las gracias por lo rico que estaba todo en su casa, por los buenos momentos implícitos en estar con mis amigos y me bajo del Corsa.

Al cruzar la calle me como un As. Pienso en la semana que pasó, y de a poco la dejo atrás. Conservo lo bueno, olvido lo malo.

Y rato después me duermo en mi catre, sólo, con las estrellas en los ojos, y la sonrisa triste en la boca. Mañana siempre es otro día.

Francisco®