Deborah by Francisco Araya, Basado en Disco 2000 de Pulp.

Mientras estaba en la cama escuchando música, el se imaginaba que había pasado con ella después de tantos años que él la quizo, sin objetar ninguno de su actos y arrebatos propios de la edad.

A ratos no se explicaba por que después de ver todo lo que ella había hecho en su vida, dejándola desordenada y a maltraer, él seguía pensando en como estaría. O si se acordaría de aquella promesa de juntarse en la pileta cerca del camino que recorrían juntos una y otra vez, cuando llegara el año 2000, cosa que nunca sucedió.

Con el paso del tiempo y los amigos en común finalmente su teléfono llego su mano.

Con las tripas revueltas marcó el número y su voz retumbó en el auricular.

- ¿Hola?

- ¿Deborah?

- Si, ¿quien es?

- Soy yo Frankie

- ¿Frankie?, ¿Cuál Frankie?

- Frankie Morris

- ¡Hey! ¡Tantos años!, ¿Como va?

- Muy Bien, ¿y tu?

- Bien, ordenando la casa

- Ah…

- ….

- …Deborah me preguntaba si te gustaría salir y tomar algo conmigo.

- ¡Claro que si! Pero, que tal en la tarde, trabajo en las noches de mesera

- Perfecto, paso a buscarte a las 5?

- Si, es una buena hora, me alegra haber hablado contigo

- A mi también, see ya!

Los nervios y la ansiedad se quedaron metidos en lo más profundo de su ego. Si no lo había reconocido al principio, ¿significaba que no se acordaba de él?, pero como no recordarlo, si fue él quien la escucho tantas veces, quien le aconsejo acerca del amor, del trabajo y los estudios.

Bueno tendrá algún amor. Han pasado tantos años y entre nosotros nada pasó nunca. Me arrepiento de no haberle dicho que la amaba a montones y que lo único que quería era que estuviese conmigo, aun cuando no se fijaba en mi – pensaba mientras esperaba que la tarde llegara y con ella el momento de volver a verla.

A las tres comenzó a arreglarse.

Al llegar a su nuevo hogar, el vio como la pequeña casa blanca no sobresalía al lado de las demás. Todas iguales, pequeñas, uniformadas, comunes.

Al abrir la puerta Deborah ni siquiera lo notó, solo lo miró con cariño y le beso la mejilla (lejos de lo que él esperaba después de no verse en tantos años).

Frankie notó que Deborah aun llevaba su ropa de trabajo, un uniforme rosa con su nombre bordado en el lado izquierdo.

-Frankie, lo siento, no podré ir.

- Por que Deborah? Pasa algo malo?

- No, es que no tengo con quien dejar a Sunday, mi hija.

Al mirar por la puerta a medio abrir, vio el barco de madera colgado en la pared. Ese objeto que tanto recordaba en su imagen mental de aquellas tardes de consejos y amor imaginario. Bajo el barco, sentada en un sillón los ojos de una Deborah en miniatura se clavaban en él sonriéndole con simpatía.

-Hey Deborah, por que no cambiamos los tragos por unos helados – dijo decidido – Así puedes traer a tu bebé.

- ¡Me parece una gran idea Frankie gracias! – respondió sonriendo.

Frankie con ternura tomó la mano de la nena y preguntó:

- ¿Cuál es tu sabor favorito?

- Frutilla – respondió dudosa – ¿Eres tu mi papá?

Deborah rió

- No Sunday, pero me hubiese gustado un montón.