All By Myself

Lo peor de estar solo, es decidir estar solo.

Cuando uno esta solo por voluntad propia todo es más difícil, más sombrío y más cuestionable. Aun cuando el objetivo final sea la sanación completa de todas las heridas, el solo acto de decir “sabes, necesito estar solo” es una de las vías de inmolación más conocidas del mundo moderno.

No basta con sentirse mal por ser el “productor de penas” en otro, si no que además hay que lidiar con que uno mismo es el que se produce éstas penas, o sea víctima y victimario.

Cuando empezé a escribir este blog lo hice como terapia, para poder de una u otra forma leerme, ver fotografías de mis momentos y de cómo van pasando las cosas por mi vida. Bueno haciendo un balance me doy cuenta que he pasado por tres fases, que por ahí también me dijeron: Rabia, Victimización y la de ahora, Pena.

¿Cómo podemos manejar la pena que lo llena todo? No hablo de una pena específica si no de una pena omnipresente, donde toda clase de estímulos proporciona ese sentimiento fome que produce cansancio, angustia, ansiedad y falta de motivación. ¿Es realmente necesario exponerse en soledad a una situación así para crecer y renovarse?

¿Es posible vivir este proceso con el afecto de alguien a tu lado, o es realmente necesario despojarse de todo para pensar en uno mismo?

Claro, esa es la clave. The Key, como diría un amigo mío por ahí. Preocuparse de uno mismo. No desde la visión egoísta de la autocomplacencia, si no desde el profundo sentimiento de recuperar las capacidades perdidas después de meses de conflictos.

Hace unos días vivía en mi playita, donde siempre pegaba el sol, y donde el calorcito de la arena hacia que me sientiera mejor. Pero, lamentablente, la playita era un remanso en la tormenta perfecta. Y bueno, las tormentas pasan, el invierno también. A veces se quieren quedar más tiempo, pero weno todo pasa, de a poco.

Igual el frío es intenso, más cuando estás solo, y como lo dije antes, más cuando decides estar solo para estar mejor. Como decía mi profesora de matemáticas de mi infancia:

¿Veamos que sucede?

Pancho®