Historias de un Perdedor Reivindicado
Capitulo 4
No Le Digas a Nadie

Cuando una mujer se muere de ganas de estar contigo, pero su limitada mente se traba en cosas como “tengo novio”, “no es correcto” y todas esas cosas que no son más que molido cuando uno sólo quiere pasarlo bien, estamos frente al típico caso de lucha contra la moral y la conciencia que lo único que hace es retrasar lo inevitable, cuando es posible, claro.

Hubo una vez en que una muchacha era muy pesada conmigo. Yo tenía 15.

Siempre me miraba de reojo, media despectiva. Pero cuando estábamos solos se me tiraba encima a la primera y siempre hacia lo mismo:

Me agarraba a besos y me pegaba una cachetada, rematando con la línea “Eres un Fresco” (línea macabra que me ha perseguido toda la vida).

La chiquilla tenía un novio aun más nerd que yo, con menos brillo que La Oreja de Van Gogh, y aun así se resistía a entender que el que le gustaba era papá y no el adefesio aburrido que tenía por pololo.

Estos encuentros furtivos se dieron durante un verano completo y la rutina se volvió simple para mí ya pasado un tiempo:

Crear una situación de tensión sexual era el primer paso, luego fingir alguna razón para acercarse más de lo debido, mirando para todos lados para ver si había alguien más cerca. Para terminar besándose mucho rato y luego romper la tensión, para dar paso a la cachetada que cada vez era más suave y un sentido “No Le Digas a Nadie”.

Al final la chiquilla en cuestión creció y nunca más la vi.

Más grande, otra mujer se acercó a mí e hizo constantes performances de culpa y arrepentimiento cada vez que a espaldas de su novio me abrazaba y pedía que no la mirara a los ojos. Quizás para no darse cuenta que en los míos siempre hubo más de lo que ella esperaba, o tal vez por mi incapacidad de hacerme el duro ante tanto despliegue de colores pintados en su cara.

Ella también en un suspiro me dijo No Le Digas a Nadie. Yo, como buen caballero, cerré la boca.

Francisco “El Reivindicado” Araya®