Sentada en un rincón miraba con su arrugada cara a la vieja solterona en que se había convertido su hija. Lamía el vaso con una sonrisa maliciosa, pensando en cuanto pretendiente le había correteado, siempre con la premisa que no era lo mejor para ella, que ella merecía más.
Pero por un momento, sólo un suspiro, comprendió que su hija vestida con ese horrible atuendo amarillo e hilando chistes que un niño de cinco años podría hacer mejor, no era muy normal.
Parece que la cagó con negarle el amor de un buen huaso bruto que la llevara de un ala detrás de las matas, pa mostrarle lo que era ser mujer. No una niña eterna de casi cincuenta años con una madre más vieja que la mentira que, por primera vez, pensó que su muerte podría quizás servir para nivelar un poco las cosas. Para darle otra oportunidad a ese pajarraco que había criado de ser el cisne que ella fue en sus años mozos.
Siguió lamiendo el vaso con su lengua seca, sin decir palabra alguna, para mirar nuevamente a la hija. Y para seguir convenciéndose que había hecho siempre lo correcto.
Ella no podía perder.
Pancho®
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home