Fanfic de TV by Francisco Araya

Hace meses que el sabía que hoy era un día especial.

Al levantarse recordó cuando salió de su casa en busca de fama, hace 20 años. Soñaba con que sus hijos fueran del clan infantil y aspiraba a grandes comidas junto a Pinochet y Cecilia Bolocco en los eventos sociales de los años ochenta.

Recordó como quería ser parte de aquellos estelares a comienzos de los noventa. Como soñaba con que algún día a los 40 años Gonzalo Bertrán lo descubriera por las calles y le diera una oportunidad de sentarse junto a Álvaro Salas en Viva el Lunes.

Recordó también como los últimos años iba a cada programa de Morandé con compañía con el ánimo de triunfar. Se sentía orgulloso de que en cámara Willy Sabor lo palanquera, se lo punteara e incluso lo golpeara con sus manos olor a mortadela. Todo por el rating y por su futuro profesional.

Pero nunca fue famoso. Nunca hasta hoy, por eso es su día especial.

Salió de su casa a Bellavista 0990, aquella dirección a la que mandó tantos cupones, bolsas de te y etiquetas de leche condensada y se paró a esperar a que Él se asomará. Su ídolo, Rafael. Como un hijo más, el siempre lo quiso. Desde el Revolviéndola hasta el Baile de TVN, ese programa tan majestuoso que lo traslada a una realidad que nunca será suya.

Después de horas, lo ve. Lo saluda desde lejos. Rafael no le corresponde, solo levanta sus cejas en señal de recepción. Debe estar ocupado, piensa.

Horas más tarde, lo vuelve a divisar. Esta vez Araneda se preocupa. O este muchacho tiene algo importante que decir, o hay algo más aquí, piensa.

Se hace acompañar de un guardia de seguridad y le dice:

- Hola como está, que sucede – en tono amable y comprensivo.

- Mi nombre es José González, y soy su fan número uno – de sus ojos brotan lágrimas.

- Pero no llore amigo, ¡ni que yo fuera la última chupada del mate! – responde con una risa nerviosa – ¿Por que llora amigo pasa algo?

- Nada Rafita, este es el día mas feliz de mi vida – dice – Hoy por fin soy famoso.

El hombre lo abraza con fuerza. Incómodo Araneda mira al guardia, como diciendo “sácame a este huevón de encima”, pero todo pasa muy rápido.

El flash y el estruendo es tal que los gritos no se hacen esperar. El calor en el pecho del Rafa es bravo y el ahogo es simplemente inmediato. El sabor en la boca de Rafael es un sabor conocido, que lo descoloca, lo hace mirar incrédulo a Don José, como preguntando por qué, que hice yo.

- Martina – alcanza a decir Araneda antes de comenzar a apagarse.

- No se preocupe por sus niñitas Rafita, ni por la Marcelita tampoco. Los dos las vamos a cuidar desde el cielo – dice Don José antes de ponerse la pistola en la sien y tirar del gatillo.

Nadie entiende nada. Prensa se vuelve loca tirando extras y grabando imágenes de los dos cuerpos a la entrada de TVN. Las visitas con sus credenciales dejan de fotografiar el edificio para retratar el cuerpo inerte de Araneda y su asesino. En LUN les van a dar un monton de plata por esas fotos, asi que sacan por montones, de la cara, los ojos abiertos, la sangre en el piso. Es lo que vende pues.

Al día siguiente Marcela Vacarezza está devastada. Sus niñitas chicas aun no comprenden que no van a ver al papá en persona nunca más. Pero el papá vive para siempre en la tele, donde es un mártir, un angelito, un santo. Su legado de amistad en la TV brillará siempre en los corazones de aquellas adolescentes, dueñas de casa y abuelas que lo siguieron en todos sus proyectos y se reían cuando el con su risa inundaba sus oídos a través del televisor.

Hoy la portada de LUN es para Don José. Al fin es famoso.