miércoles, febrero 06, 2008

La Más Bella

Cuando niña todos la celebraban cuando entraba y recitaba algún poema, o rezaba el rosario entero frente al cura del colegio que iba a almorzar a la casa los domingos.

Más grande la celebraban por lo linda que se estaba poniendo, y de cómo las misas eran otra cosa con ella, cantando en el púlpito los salmos a alabar.

Joven y cálida era casi un ángel. Caminaba por las calles de los 70’s despertando los suspiros de los amables caballeros que la dejaban subir a la micro para verle el trasero, redondo y suave. Protegido, por un cinturón de castidad moderno, impuesto en la mente, donde la liberalidad de la década no entraba, pero si Cristo y Su Palabra. Alumbrándole los ojos con un placer adquirido, pero no anhelado.

Los años la vieron pasar, temiéndole al amor. Escondiendo la belleza fulgurante que trajo siempre en la cara de muñeca de porcelana. Siempre aferrada al único hombre que la había amado, sin tocarle un pelo de su inmaculada cabellera cobriza. Su amigo Jesús.

Siempre anheló encontrarlo por la calle, encarnado en un hombre terrenal. Un hombre que compartiera su pasión por la Palabra y por la figura de Nuestro Señor. Eventualmente encontró a muchos, pero siempre lo echaban todo a perder cuando trataban de entrar donde ni Cristo entraba.

Y así se le pasaron los años, entre misas y rezos. Su cuerpo recibió los azotes de inviernos de novenas y de meses de María. De salmos repetidos y lecturas según el calendario. Anhelando encontrar alguna vez al Mesías en la tierra. Un Mesías que le dijera salmos al oído y nunca tratara de meterse en su falda.

Quizás temía que al tocarla un hombre normal su belleza se esfumara. Pero todos sabíamos que eso no pasaría. Que la misma cara de muñeca que tanto le celebraron de niña, la seguiría hasta la tumba. Y que su sonrisa limpia de 50 años seguiría igual a los 70. Brillando y esperando las felicitaciones del cura al terminar la misa.

Pancho®


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