Madurar a Palos

Mi vida me ha hecho crecer en distintas etapas, y siempre a palos.

Cuando hay cosas que uno no entiende, la vida con su sabiduría y humor característico, nos pega un palo detrás de las rodillas para caer adolorido y obligarse a levantar el culo otra vez.

Mi vida ha sido dura en cuanto a palos, pero uno tras otro han convertido al cobarde y pusilánime joven de antaño en un hombre, medio de hielo, medio robot, que carece de humanidad a ratos.

Por mucho tiempo creí que el palo más grande de mi vida, y el que inevitablemente me había hecho madurar, era la muerte de mi Padre. Con 19 años, la cosa es compleja, por que todos te señalan a ti como sucesor de tu padre en la familia, y como las cosas han cambiado, yo a los 19 solo tenía que seguir estudiando. Así que cerré los oidos a las peticiones de los demás y me concentré en estudiar.

Cuando tenía 23, mi vieja tuvo cáncer. Otra vez la preocupación eterna de que hacer, aquella vez, con mucha más gente con quien contar. Me dedique a seguir estudiando, haciéndome cargo del compromiso de cumplir con el cartón y toda la wea de estar en la U, usted entiende señor lector.

Llegué a los 25, trabajando, titulado y con toda mi vida escrita en mente y casi en papel, cuando al fin, después de tantos palos, me fracturé.

La mujer que tanto amaba no me pescaba más y después se iba con otro. Todo mal.

Es bien increíble pensar que con la muerte de mi padre no me desarmé tanto como cuando terminé con la Maureen. Quizás la separación de los padres, más la muerte de Jacinto, más el cáncer de Gilda, más el perder a la muchacha, era mucho pa seguir haciendo el loco.

Después del garrotazo, me inventé de nuevo. Entero, de cero. Nuevas expectativas, nueva vida, nuevo amor, nueva personalidad.

Crecí, deje de ver todo con la inocencia de antes y me di cuenta que el mundo y la vida son brutales cuando uno no despierta y se abstiene de mirar con los ojos bien abiertos el como, cuando y porqué suceden las cosas.

Mi posición frente al mundo hoy es menos eléctrica, menos emocional. No me conmueven las cosas que no pertenecen a mi entorno. No me conmueve el maltrato animal. No me conmueven los mendigos por las calles, ni los ancianos. No me conmueven las películas románticas ni las canciones que hablan de amor en español.

Lo que si me conmovió, hace unos días, fue escuchar a mi madre por teléfono:

- Hola mamá

- Hola mi niño, hijo, tengo algo que contarte

- ¿Qué paso mamá?

- Los exámenes salieron malos hijo, tengo cáncer otra vez

- …

- …

- ¿Todo seguro?

- Si me van a tener que operar de nuevo

- ¿Cuando?

Mañana.

¿Será que la vida disfruta apaleando reiteradamente a los individuos que aguantan de verdad, y son capaces de sentir que se la pueden? Esos que pueden levantarse no importando lo que pase y seguir entregados a la vida que les toco vivir.

Yo, en éste momento, no puedo hacer nada. No puedo tomar mis ganas de mejorar a mi madre y con buenos deseos hacer que todo desaparezca. Solo me queda agarrar fuerza, volverme de piedra y hielo, evocar al mar y darme cuenta que, sin más preámbulos, ésta es La Prueba Final para hacerse hombre.

Pancho®

Pronto Blog Paralelo La Prueba Final