Bofetada
Quizás ésta conversa fue como un soplido por debajo de una puerta cerrada que nunca más se volverá abrir no ma. De esas que sellan pa los desastres nucleares, cuando queda la caga y todo queda destruido y contaminado. Por lo menos te acuerdas que detrás de esa puerta alguna vez hubo algo re lindo, un espacio propio que benefició tu ser por años, pero que después de muchos errores se echo a perder, se contamino y se volvió un espacio cerrado al que no convenía volver a entrar, ni siquiera por un rato, por que el simple hecho de echar una pequeña mirada hacia adentro, dejaba ciego de rabia y dolor.
Hace unos días colgué el teléfono de la misma manera, reconociendo que mi vida había cambiado y que era otra persona. Esa vez no me dolió el ego, me dolió el seguir solo en el mundo. Caminar de la mano con la ausencia de cariño y dar pasos con el corazón congelado como piedra. Wevear, vacío, sin brillo en los ojos negros y opacos como plástico de neumático. Desear a las 3 AM estar en una cama grande con un brazo sobre el pecho y a la mañana siguiente despertar con el mismo brazo encima, sin ganas de pararse e irse.
Sentirme lleno por dentro es algo que conseguí solo. Durante todo este tiempo nunca me di cuenta que ya lo tenía en la mano y que era parte de mi hasta que fue el momento de ponerlo en práctica. Déjenme decirles que si no fuera por la estabilidad personal conseguida en casi un año de weveo, no estaría escribiendo estas líneas con pasión y calma. Con paciencia, y con nuevos anhelos.
Un día de frente, cuando yo pensaba que admitir mi soledad solo me iba a traer más soledad, llegó el amor y me pillo mal parado, pegándome un combo que me mandó a piso en el primer round.
Hace como un mes escribí que colgaba los botines, después de haberla pasado mal por culpa mía no más de no fijarme en la mejor, si no que en la más linda. Desde ese día no busqué más como desesperado una mujer pa llenar la cama, tampoco una pa despertarme en la mañana, tampoco una mamá nueva pa mis retoños olvidados en un bosque. La anhelaba claramente, pero deje de buscar. Me entregué a
Hubo días difíciles, donde sinceramente no sabía que estaba haciendo, ni pa donde iba. Hubo mini inviernos, duros como el del año pasado. Noches lloradas y de abstinencia constante de amor, de carne, de sueños y de anhelos. Existió desesperanza. Fue como una rehabilitación final de heridas cerradas, sin infecciones, curadas y con cicatrices feas pero sobre llevables.
Y así un día, de la nada apareció Ella, sin avisar, sin buscarla, sin aparentar.
De pronto el puzzle se armó solo, en tiempo record, con todos los semáforos en una recta sin final puestos en verde y con ánimos de poder recorrer cada cuadra con calma, y despertando por fin a la realidad de que todas las penas, los sufrimientos, los malos ratos, los buenos ratos y las alegrías dejan marcas indelebles en la vida, que hacen que cada paso que uno da lo de con la conciencia de que debe ser firme y seguro, pa no tropezar con lo mismo una y otra vez.
Un día desperté en la mañana y el amor me había pegado una tremenda bofetada. Cuando volví en mi, me mire el pecho y vi que de nuevo tenía corazón.
Así como el Hombre de Lata, había encontrado al Mago de Oz.
Te había encontrado a ti Javi, sin buscarte.
Pancho®