Año Nuevo Sin Sentido
He tenido años nuevos malos en mi vida, pero éste se lleva uno de los tres primeros lugares.
¿Por qué? ¿Penas de amor? ¿Sin Pega? ¿Tragedias familiares?
No, simplemente la gripe.
El 30, al bajarme del bus en Valparaíso con la Javiera sentí como se me descomponía el cuerpo. Así como cuando el auto viejo de papá comienza a sonar raro y sabes que va a fallar. Era la crónica de una muerte anunciada.
El 30 en la noche fue una mala noche. Si piensas en una bolsa de bichos durmiendo en una casa con una de sus ocupantes con las defensas en el suelo, es claro que mi conciencia me decía que me devolviera pa Santiago, pa no contagiar a la Mamá de algún otro bicho que complicara la situación.
Dos trasnoches seguidos, medio desabrigado, me pasaron la cuenta. Ni siquiera el Johnny Walker negro ni el Jack Daniels pudieron matar al bicho que crecía y sólo esperaba una pequeña baja para atacar. Puto bicho.
El 31 no fue mejor. Desperté con un concierto en el pecho como para acompañar los fuegos artificiales. Al salir a compartir con Jorge, padre de mi novia, me encontré con que la calle me recibía con un sol de 30º y un taco de una hora entre Viña y Valpo. Maravilloso.
La caminata de vuelta, hacia el metro hizo que empezara a ver destellos nuevos y alucinaciones producto de la deshidratación y el calor. Sumado a que mi sudor ya era frío y mi polola me pedía que por favor no me desmayara, la idea de una cama se presentaba súper deseable.
Al despertar de mi siesta eterna la cena ya estaba lista, y mi madre portaba una mascarilla que la hacía ver aun más a tono con el cotillón y los globos de la pared. Bella y flaca como ella sola se paseaba lejos de mí, la bolsa de bichos, y preparaba su cena especial, que gracias a Dios, no consistía en cazuela ni arroz pelado.
A las 12.00 por primera vez en mi vida le di el abrazo a la mujer que amo, nos deseamos un año bello y cargado de buenas cosas. El resto de los abrazos fueron bien a la rápida por que solo queríamos salir a la terraza a ver el show pirotécnico en palco de honor. El maravilloso despliegue de luces se me hizo eterno. A mis hermanos, corto. Ví pirotecnia nueva, que no sabía que existía y por largos pasajes me fije más en el color que toma el agua con cada destello que en las mismas bengalas.
A la 1.00 estaba acostado, conviviendo con el fervor al que no podía unirme.
Decidí marginarme para no estar una semana en cama. Me sentía pésimo y salir a wevear la verdad estaba lejos de mis opciones.
Cuando el Phillie, la Dani y la Nata me llamaron a las 3.15, casi me pongo a llorar por no poder disfrutar de un par de tragos en ambiente fiestero. Me sentí viejo y enfermo y no podía comprender como tanta gente se encierra en fiestas si las calles del puerto está encendida la noche entera.
Finalmente al conciliar el sueño decidí que este sería un año nuevo para olvidar. Cambiar los rones por inhaladores y los canapés por antigripales es bien fome.
Recordé en mi sopor cuales fueron los otros años nuevos malos y me saltaron imágenes vívidas del 2000, cuando el cambio de milenio coincidió con el primer año nuevo sin mi papá y con una fuerte diarrea que me hizo salir con miedo a carretear, destruyendo cada baño que encontraba y parando de cuando en cuando para apretar las nalgas, sudar frío y no pasar bochornos.
O del peor de todos, el del 2005, cuando pague $20.000 por una puta fiesta que nunca fue, y mi compañera de ese entonces llegó a la celebración intoxicada por ensaladas varias que contenían ingredientes como naranja, menta y yogurt que eran ricas, pero cagadoras de guata como ellas solas.
Al final de esa noche la fiesta fue cancelada horas antes de o presupuestado, la barra abierta nunca fue y la música no funcionó mas por que se corto la luz y el DJ era más ñurdo que un par de weones de mi pega (que lo son bastante, así que imagínese). El estacionamiento estaba a kilómetros, literalmente, y la playa era un caos, donde más de algún amigo mío se fue de combos y donde mi socia terminó vomitando todas las ensaladas como el exorcista y yo le gritaba en mi curadera:
Dime la verdad! Estás embarazada! Y no me quieres contar por que no me amas! Dime la verdad! Es mi hijo! Tengo derecho a saberlo!
Mientras la Negra lo único que hacía era tititar con fiebre y aguantarse las ganas de volver a vomitar.
Ese es mi peor año nuevo, este iba derechito al primer lugar, pero se salvó en la noche del 1 de Enero, donde con una cena en Viña y un tequila margarita adentro, brindé con mis amigos por el comienzo de un buen año, al que el 2007 (complicado sólo al final) le dejó una vara muy alta.
Muchos besos y abrazos a todos mis amigos
El Pancho®