Mis Hermanos
Mi madre tuvo tres hijos. Dos por cesárea, a mí por parto normal.
80,85,88. Bien seguidos. En el 84 casi se muere por un embarazo difícil. En el 87 comía helados de menta por antojo.
Con mis hermanos tengo una relación atípica. Somos muy amigos y siempre estamos el uno para otro, pero hablamos poco. Lo justo y necesario.
Mi hermana es la que más habla, aun más que yo. De niña fue complicada, peleadora y de mala dentadura. Hoy que es una mujer alta, bien linda (cosa que siempre dudé), de blancos y parejos dientes e igual de complicada.
Nos hemos acercado mucho más por que ya no me saca de quicio como antes.
Sus tormentas, vividas a la edad que se debe, ya son tormentas conocidas pa mí, una gran ayuda que permite poder guiarla para no chocar contra paredes innecesarias.
Mi hermana comparte un poco de cada papá. Chica, tuvo que lidiar con la separación de mis viejos, quedando media relegada a un lugar sombrío. Ese lugar donde eres TAN chico que tu opinión no vale mucho.
En ese rincón forjó una personalidad poderosa, avasalladora; Explosiva como el papá, sentimental como la mamá, que la está llevando a ser la mujer que es ahora, atractiva y carismática pero blanda por dentro, un rasgo compartido por los tres Araya Arriagada.
Mi hermano es El Rey.
El gobierna su vida desde que mis papás decidieron vivir vidas separadas. Es como el perro callejero que no le teme a nada y que todos adoran. Camina solo por las calles y se gana a la gente con su sonrisa fácil y con el explosivo carisma del padre.
Por dentro es el más enigmático de los tres. Me he gastado hartas veces tratando de entender que piensa, como lo ve, como se maneja, pero es muy confuso para mi mente de un solo carril. Aun así con él me comunico en otra esfera.
Creo que la adolescencia de mi hermano me devolvió parte de mi juventud perdida y siempre me hizo viajar un poco para atrás para poder ser parte del mundo de los ganadores, que no disfruté en la secundaria. Ahora, el sigue en el ritmo propio de su edad y yo ya tomo decisiones de vida que marcan aquellos rumbos eternos de los que la mayoría no nos zafamos, una vez maduros.
Entre los tres la cosa nunca ha sido mala.
No somos capaces de entender por que hay hermanos que se odian, que no se hablan o que no se preocupan el uno del otro. No somos capaces de entender por que hay hijos que no quieren a los padres, o que no respetan a la madre.
Nosotros más de alguna vez hemos sido hijos desagradables pero nunca desagradecidos ni irrespetuosos.
El 99, los tres nos quedamos sin papá.
En nosotros se marcó el dolor de perder a Jacinto y todo lo que el implicaba. Cada uno de nosotros vivió esa perdida de manera muy personal. Creo que inconcientemente siempre tratamos de no hablar de eso abiertamente por que a los tres nos causa mucho dolor. Pero está, y siempre estará.
En lugar de separarnos, creo que los Araya Arriagada nos unimos aun más, pero a otro nivel de unión. Creo que los tres somos como uno, y no por que nos hablemos todos los días (cosa que no es) o por que seamos parecidos (cosa que es a medias). Los tres somos uno por que al morir mi padre, su estrella se nos marcó en el corazón con un poder que nadie (ni mi madre) tiene.
Somos fruto de amor y somos parte de un sistema de defensa con dientes y garras de lo más grande que nos va quedando en común. El legado y el orgullo por una madre que se ha sacado la cresta toda la vida por que seamos lo que somos, y logremos lo que sigue, tener vidas distintas a lo que siempre pensamos tener, y sentirnos orgullosos de lo que alguna ve nos tocó vivir, bonito o feo. Gracias a eso somos lo que somos y seremos aun más.
Amo a mis hermanos y no pasa un día en que no esté orgulloso de lo que son.
Pancho®