FrancisZoo Día viernes por la noche, Pipe y Luchito vienen a casa. Tomamos harto, fumamos más y hablamos aun más. Hablamos de la vida, de la gente, del clima, de música, de cine, jugamos play, hasta que los echo por que tengo sueño. Se que es poco cortés pero los chicos entienden, el sueño me tiene muy volteado y el cansancio es peor. Solo pienso en dormir el sábado entero, despertar en la tarde y comer algunacochinada echado en la cama. Todo esto hasta que Felipe me dice:
- Fran , weon, vamos al zoológico mañana?
Pienso en lo que tenía ganas de hacer, pero me acuerdo de la vena que me quedó la semana pasada, de no haber ido a ver a los animales al cerro.
- Vamos, po weon, mañana a la una. - le repondo.
- No po weon mañana a las once y media en la boletería de Baquedano, si no estai ahí weon, me voy a enojar contigo por el resto de mi vida- Me dice amenazante, casi castigandome por un fallo potencial a nuestra reunión.
- Ok, vamos entonces- sentencio mientras Luchito se nos une al baile con almuerzo y chelas en la tarde incluidas.
Al otro día mi despertador suena un cuarto para las once de la mañana.
Sin hachazo, sin caña, solo con la alegría de un niño al que llevarán a un encuentro con el paseo deseado, me levanto tranquilo. Después del baño, me pongo zapatillas buenas para caminatas largas, y enfilo con tres lucas en el bolsillo la caminata a la estación baquedano, para reunirme con Felipe y el Lucho a las 11:30 del sábado.
De entrada a la estación me regalan el publimetro.
A las doce y cuarto de la tarde ya me doy cuenta que ni el Pipe ni el Lucho vendrán. Lo llamo varias veces al celular y está apagado. La fiesta debe haber seguido con fuerza, pienso yo, mientras enfilo a la salida de la estación.
Cuando llego arriba el frío sol de invierno, me invita a mirar al norte, en lugar de hacia el sur, donde queda mi casa. Abro publimetro y mi horóscopo me invita a reunirme con la naturaleza y con el ejercicio. Como pocas veces, el horóscopo me cae como anillo al dedo y sigo sus consejos.
Camino por un Barrio Bellavista de “mañana”. Pocos locales abiertos, no hay carabineros en cada esquina, pocos se toman la chela pa nivelar el cuerpo en la esquina de pio nono y no se que calle, donde esta toda la movida del wurlitzer y la chela.
Camino respirando el aire limpio del sábado después de los chubascos del viernes en la noche, y veo como en mi mente se arma un cuadro de hace diez años atrás.
Están los vendedores ambulantes vendiendo pulseras fluorescentes y monederos de Fido Dido. Yo vivo en Ovalle, donde estas cosas no llegan.
Mis hermanos son enanos, y yo también. Papá nos lleva de la mano al funicular, subimos hasta la entrada al zoológico. Entramos por arriba donde lo primero que vemos son los gatos, gatos grandes.
Papá nos compra Natur para darle a los monos, y nosotros fascinados con el mundo de la Capital, en nuestra primera visita conciente, yo a los 12 años, Joaco a los 7 y Dioni a los 4. Vemos por los binoculares de los miradores los edificios, la torre Entel, el Santa Lucia. Todas esas cosas privadas por una vida en provincia, vistas por fotos, por la tele en blanco y negro. Santiago era nuestro por primera vez, en el Zoológico.
Lo último que vi en esa visita fue a la elefanta Fresia, mítica, pero encongida por los años, deseando descansar lo más probable. Pocos años después su hora llegó.
Entro al zoológico y lo primero que veo es al elefante. Es chiquito, no es tan grande como me lo imaginaba, hace gracias con la trompa, busca comida entre sus despojos y no brama. Cuando lo veo y pienso en lo chico que se ve, aparece de la nada en mi campo visual, aquel animal que tengo en mente cuando me dicen elefante. Un macho enorme con colmillos gigantes y tremendas orejas. Ese si que es elefante, no la otra más chiquita.
Camino, paso por un montón de animalitos, de los que me llaman la atención las Suricatas. Espero que se pare en dos patas y no lo hace cuando tengo la cámara esperandolo (la cámara de celu eso si). Igual le saco esta foto.
y no me paro no ma!!!!
Al momento de guardar el celu, la muy maricona se para en dos patas y me mira burlona. Igual me río, me acuerdo de una foto que alguna vez ví de dos suricatas de pie, una grande y una más chiquita esperando, no se bien que, pero en ese momento parecía importante.
Paso por toda clase de mamiferos y aves que no me despiertan mucha admiración, por lo fomes. En general detesto a los pájaros, son bulliciosos y solo salvan por lo colores que tienen, pero son muy aburridos. Sigo buscando a los que vengo a ver.
De golpe me encuentro con tres jirafas en Santiago. Las veo como maquinas, son enormes y su cuerpo es una maravilla, los estampados de la piel igual. Al frente de ellas hay un cocodrilo, fome, veo alrededor si hay algo que tirarle para que la cosa se ponga divertida. No, un niño no es buena opción.
Los monos son caso aparte. Me paro por lo menos 15 minutos a verlos, analizar los lazos que hay entre ellos, la jerarquía, las mañas, las buenas y malas ondas. Espero pacientemente a que los Babuinos se agarren del moño, hay uno que se parece a mí, ja.
A los dos minutos los Papiones se agarran del moño, chillan se golpean, uno es el que la lleva, el más chascón, bravo el socio, pero simpático.
Al lado de ellos están los chimpancés. Sólo hay dos, el resto, ¡duerme la mona! (tambores y platillos de chiste fome).
Después de harto caminar me doy cuenta que, por ejemplo, los papás que llevan a sus hijos al zoológico lo único que quieren es irse luego. Pasan por los monos y le dicen a los niños:
- Aqui están los monos, ¡ya vámonos!. Mientras los pobres niños le dicen:
-Pero papá quiero ver a los monos!!!!
-Ya los viste ya, vamonos!
Pobres niños, traumados por el resto de sus vidas.
Uno de los animales que más me llama la atención. Es el Grizzly Bear, el oso pardo. Es enorme, serio, de garras asesinas, y muy lindo. Tiene cara de tierno y todos los niños, papás y chicas que lo ven lo adoran por que lo comparan con un peluche. Supieran como te deja el osito cuando te agarra solo en el bosque.
He caminado un montón, por todos lados. He visto tapires, iguanas, cabras, elefantes, monos, pájaros, zorros pestilentes, pingüinos, flamencos. jirafas, cocodrilos, coaties, suricatas, pero aun no veo lo que quiero ver. Hasta que me encuentro de frente con los gatos.
Gatos de tamaño feroz. Leones que duermen todo el día, tigres que se acicalan entre ellos, otros que rebean por todo y panteras y jaguares. Un puma medio enfermo me mira de lejos encerrado en su jaula y con cara de pena, pobre gatito.
Los tigres que se acicalan son la sensación. Se lamen entre ellos en un juego de limpieza y digamos, ternura gatuna (de fondo en mi mente suena The Lovecats de los Cure). Después hacen el amague de ponerse de pie para dejarse caer dandonos la espalda. El tigre blanco me mira de reojo. Trato de comunicarme con él pero nome pesca.
Rato después me paso a la jaula del tigre del lado. Anda por arriba dando vueltas como loco, hasta que baja y deja la caga. Toda la gente fascinada de tener a un tigre a menos de un metro de distancia. Yo también me fascino, obvio, es mi gato preferido y el más cool de todos los gatos, el rockstar de los gatos.
Le miro la cara y los ojos, las manotas y la piel. Pienso en como se debe sentir encerrado, sin poder cazar, en como debe extrañar comerse una presa viva. La verdad no se si está criado en cautiverio, pero obviamente una jaula, por muy grande que sea, no es su hábitat.
El Gato! viene hacia miiiiiiii
Por una tarde, me volví niño. Comi algodón de azúcar, hablé con los animales, miré mi casa desde el cerro.
Fue una tarde que me recargo las pilas. Caminé, respiré aire puro, subí el cerro al menos hasta la mitad.
En esa tarde recordé muchas cosas. Recordé a mi viejo y mis paseos de infancia, recordé lo que quería cuando chico y miré lo que tengo ahora más grande. Me acordé por que me gustan los gatos, y más que todo, me acordé de los momentos que viví de niño, de las fantasías que vivía encerrado en la casa, viendo la tele. Y volví a darme cuenta que mis fantasías de niño viven aun en mí. Que mis castillos, pegasos y nubes de colores aun están, y que después de tanto oscurecerme, por fin estoy volviendo a tener aquel brillo en los ojos que pense que había perdido para siempre.
Estoy volviendo a estar feliz, sólo, como esa tarde en el zoológico.
Besos
Francisco®